Se aferró a mi tráquea en el vientre de mi madre, y a través de los años ha adquirido un olor amarilloverdosopálidobaboso. Aunque mi esperanza enflaquece entre rutinas, privaciones, medicamentos y menjurjes, a veces juego con el imaginario día en que pueda vomitarlo. Me he acostumbrado. Soporto con orgullo mi desgracia, y sueño que mi respiración se expande por el aire, por todos los rincones, exigiendo a quien lo aspire a avergonzarse de sí mismo y su alrededor, pues dudará de la pulcritud, perfección y pureza de su cuerpo y mundo. Con disimulo, en secreto, exhalará contra sus manos pegadas al rostro, sin embargo no sabrá si el mal olor lo despide su garganta o la de alguien más o la de algo más.
Johann Wahrmensch
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