PRESENTACIÓN

En esta sección de nuestro blog se incluirán, a partir de este momento, todos aquellos textos aprobados por sus méritos, como ejercicios de escritura. Estos ejercicios continuarán con otras formas de expresión literaria: diálogos, etopeyas, monólogos interiores... etc. Raymundo GC.

domingo, 30 de marzo de 2014

UNA NOCHE DE PUTA

Al despertar dolorida, tirada en su cama, sintió asco y repulsión de sí misma, del interior de su ropa emanaba un olor masculino nauseabundo; Ana lloraba de impotencia con sus dedos enredados en el pelo, mientras imágenes memorables iban y venían dando vuelcos ligeros en su cabeza, haciéndole sentir el ser más despreciable y sucio.

La noche anterior, obligada por su padrastro, debió salir con tres tipos; a pesar de resistirse no pudo impedirlo, sabía que de él podría esperar cualquier cosa. Al salir de casa empezó la rumba, primero uno, después los otros y Ana era un cuerpo más en disputa, sin derecho a reclamar o gritar, atada de manos y amordazada estrictamente podía gemir con gran dolor. Así pasó media noche hasta que sus partes más sensibles se convirtieron en señal para dejarla casi muerta y repugnante, mientras sentía fallecer su cuerpo desgarrado; simultáneamente el siguiente paso a dar era sinónimo de disputa, ¡matarla no podrían! ¿Cómo responderían ante el infeliz de su padrastro?, tirarla al arroyo significaría la amenaza de ser descubiertos, así que finalmente decidieron inyectar el líquido que según le haría olvidar lo sucedido.

Ana había sido llevada de vuelta a donde esperaba ansioso el borracho de su padrastro, quien extasiado por el alcohol y la marihuana cobró la suma y pidió que fuera llevada a su recamara y cerrada con llave la puerta. Esa fue la última escena reproducida en su memoria. Ana, sin dudarlo trepó del maldito recuerdo aliándose a la ventana de más de cincuenta metros de altura.

Por: María Teresa Caseres

LA VISITA



Era la 1:15 en la madrugada. Ella se encontraba en el punto más profundo de su sueño. Soñaba con la muerte de su madre, y siempre lo hacía porque él siempre estaba allí. Él era muerte. La contemplaba así: ignorante y tierna. La contemplaba de nuevo: ambos dormidos.
Ella se movió: él se acostó
Ella abrazó su almohada: él la abrazó a ella

Sus ojos eran perfectos para él. Un azul parecido al aura que lo rodeaba desde unos años atrás. Un azul parecido a ese viejo lago donde su abuelo le había enseñado a matarse. Un azul parecido al cielo donde nunca iría. Eran mentira, como él, como todo: estaban cerrados.
Su boca era perfecta para él. También callaba. Sólo se movía para suspirar. Él había olvidado como hablar, como suspirar, como reírse. Sólo sabía besar. Besarla, que era lo mismo. Le gustaba jugar con su quietud: estaba cerrada.
Ella tenía frío: él la tocaba.
Ella tenía calor: él la dejaba.

No recordaba muy bien cuando había empezado todo esto. El tiempo. Sólo sabía que la perseguía entre los muros que él atravesaba, que al asustar a borrachos veía su cara, que quería irse de nuevo para ver si olvidaba su recuerdo, aunque este había sido creado en el presente, y no en el pasado. El tiempo.

No quería, sin embargo, que ella se fuera con él. Así por lo menos no podría negarlo, no podría tomar la decisión que él ahora le obligaba a tomar. La prefería así: ignorante y tierna.

Era la 1:20 en la madrugada. Ella poco a poco se iría despertando. Siempre lo hacía alrededor de esta hora. Le parecía normal hacerlo después de unos años. Miró entre sus sabanas, luego su cuarto. No había nada.
Por: Karla Aguilar.




LA LUCIÉRNAGA



Con ese insípido brillo sospecha que el borde es el auténtico juego, ya que es en el vértigo 
donde descubre su verdadera naturaleza. Mientras revolotea sale del pozo, y  trae algo
más que solo la penumbra, pues tras ella el espectro sale de su encierro.

Por: Jairo Falcón Tejada.